Sinopsis
El viajero, aún sin proponérselo, entra e inmediato en el silencio de las proporciones, del decorado activo (y altivo), una vez más dispuesto así para magnificar; él es quien reclama al asistente a la ceremonia del mirar en una ciudad más para sentir que para ser vivida.
Al fin, el viejo mundo mediterráneo, vínculo ancestral, centro y origen de la expresión del hombre: como sueño, como realidad material, como religión, como cultura.
Ve, pues, viajero. Ve y sinte; y piensa amorosamente, tal como todo viaje merece y necesita.